Si te preguntaran cuál es el automóvil que ha sentado las bases de los superdeportivos actuales... ¿cuál elegirías? Hay candidatos ilustres, como los Lamborghini Miura, Ferrari F40 o Jaguar XJ220, pero el automóvil que más se lo merece, sin duda, es el Porsche 959.
Este modelo, derivado del Porsche 911, se presentó en 1985. En aquella época, el Grupo B de rallies estaba en pleno apogeo y, tener éxito en esa categoría, era lo máximo a lo que podían aspirar los fabricantes de coches. Precisamente, ese era el objetivo de Porsche con el 959... aunque, para cuando finalizó su desarrollo, la FIA ya había eliminado esta categoría.


Así que, con el coche totalmente listo, solo quedaba una salida: fabricarlo. De este modo, la marca alemana decidió ensamblar 337 unidades del 959... que finalmente terminaría convirtiéndose en el coche más rápido del mundo.
Tenía un motor bóxer, de seis cilindros y 2.849 cm3, sobrealimentado mediante dos turbocompresores KKK, uno por cada bancada de cilindros, de funcionamiento secuencial. Hasta 4.500 vueltas tan solo funcionaba uno de los turbos, mientras que, a partir de esa cifra, entraba el otro en funcionamiento.
El motor, además, estaba refrigerado por agua (lo habitual en Porsche entonces era la refrigeración por aire) e incluía un intercambiador de calor para cada turbo. ¿Las prestaciones del coche? Aceleraba de 0 a 100 km/h en 3,7 segundos y alcanzaba los 315 km/h.
Para transmitir la potencia al suelo de forma efectiva, la firma recurrió al sistema de tracción integral más avanzado en la época. Conocido como PSK (Porsche-Steuer Kupplung), utilizaba un embrague multidisco, controlado electrónicamente, que le permitía distribuir el par motor entre el eje delantero y el trasero.


En condiciones normales, el reparto de par era del 50% en cada eje, aunque podía enviar hasta el 80% de la fuerza al tren trasero, en función de la adherencia disponible, la posición del acelerador, el ángulo de giro del volante o el modo de conducción seleccionado. Sí, has leído bien, el Porsche 959 permitía seleccionar distintos modos de funcionamiento para el control de tracción.
A nivel popular, siempre se ha dicho que el Porsche 959 iba diez años por delante de sus competidores. E incluso, hay quien asegura que veinte, como el piloto estadounidense Bruce Canepa. Pero el verdadero mérito de este coche es que demostró que se podía construir un automóvil de un nivel superior, empleando un motor ubicado en posición trasera.