Corría el año 2012 cuando un vídeo de Red Bull, quién si no, llamaba la atención de muchos. Para la ocasión, la firma de bebidas energéticas reunía a Carlos Sainz, bicampeón del mundo de rallies y ganador del Rally Dakar, y a Miguel Molina, único piloto español con victorias en el DTM. ¿El objetivo? Pilotar un Audi R8 LMS de carreras de resistencia… y batir el récord de vuelta de 1923, en poder de Louis Zborowski, con 45,8 segundos (a 157,2 km/h de media). Como puedes ver en el vídeo, la cifra "oficiosa" de Sainz es de 42,6 segundos, con 170 km/h de media.

Hasta aquí, no hay nada extraño. En aquella época, ambos estaban en la órbita de Red Bull y relacionados al Grupo Volkswagen (Sainz todavía lleva el mono que empleaba con VW en el Dakar). Lo que ya no resultaba tan normal, era el escenario elegido. Autódromo de Terramar, como puede leerse al comienzo del vídeo. Muchos se preguntaron, qué hacían los dos pilotos en aquel óvalo medio en ruinas. Lo que no sabían, era que ese asfalto forma parte de la historia de nuestro automovilismo…


Casualidades de la vida…
Mi primer contacto con el Autódromo de Terramar se produce durante el año 2014. En ese momento, durante la presentación internacional del SEAT León X-PERIENCE, en Sitges, me acerco hasta la puerta. Allí, un letrero que reza “Propiedad particular. Prohibido el paso” frena mi ímpetu de acceder. Y eso que la verja es bajita…

A los dos años, también durante una presentación de SEAT, la del León CUPRA con 290 CV, la marca organizó una exposición allí para celebrar los 20 años de historia de CUPRA. En ella, era posible dar alguna vuelta con el modelo más reciente, pero también con el León CUPRA original (con motor V6). Las sensaciones fueron indescriptibles. Tanto, que pensé en escribir un artículo sobre ello. Sin embargo, la dictadura del papel me lo fue complicando… hasta ahora, que tengo espacio para contároslo en condiciones.

En una reciente presentación en Sitges (otra más), esta vez del KIA Picanto 2017, vuelvo a encontrarme ante la misma valla y el mismo cartel. Por supuesto, el encuentro no ha sido casualidad. ¿Pasará algo si entro? ¿Cuál puede ser el precio a pagar por disfrutar de un parte de la historia de nuestro automovilismo? Tal vez, volver a pisar ese asfalto sea la excusa perfecta para escribir una bonita historia…

Autódromo de Terramar, desde 1923
Jarama, Montjuic, Jerez, Albacete, Cartagena, Montmeló, Cheste, Motorland, Los Arcos… Algunos ya no existen y otros se emplean poco. Sin embargo, España es una tierra rica en circuitos, tanto por calidad como por cantidad. Por eso, cuesta creer cómo el vertiginoso óvalo del Autódromo de Terramar pudo caer en el olvido… hasta la explosión mediática que supuso aquel vídeo.

Ubicado en Sant Pere de Ribes, en el entorno de una urbanización cercana a Sitges (Barcelona), se encuentra este prodigio de las carreras. Una pista oval, de unos 2 kilómetros de longitud, con unos peraltes solo para valientes, que oscilan entre los 60 y los 90 grados de inclinación.
Diseñado por Jaume Mestres i Fossas, su inauguración tuvo lugar el 8 de octubre de 1923, tras un periodo de contrucción totalmente récord: apenas 300 días. Esa jornada corrieron 8 coches, que dieron 100 vueltas al trazado. A la inauguración, coincidiendo con el Gran Premio de España, acudió el Infante Alfonso de Borbón, así como Miguel Primo de Ribera. La carrera la ganó Darío Resta, a los mandos de un Talbot. Sin embargo, más que en la prueba, la importancia de la cita estaba en la propia construcción.

A la altura de los mejores
En ese momento, en territorio europeo, solo había otras dos pistas similares: Brooklands, en Inglaterra, y Monza, en Italia. Y, más allá de los mares, solo Indianápolis asomaba en Estados Unidos. Comparados con estos nombres… ¿qué pudo fallar?
Parece que, como suele suceder en un país tan de burbujas como el nuestro, el aspecto económico fue determinante. En parte, debido a la costosa inversión que hubo que realizar en su construcción (cerca de 4 millones de pesetas de la época), que impedía a los organizadores entregar premios monetarios. Y sin premios, no había licencia internacional para correr. Y si encima, te embargaban la recaudación de la entradas por las deudas, todavía peor. Además, tampoco ayudaron la falta de público en las gradas y las quejas de algunos pilotos sobre el trazado.

De este modo, en 1925 se dejó de correr. Tras un intento de retorno, y la celebración de algunas pruebas, de la mano del entusiasta Edgar Morawitz, con los cambios de manos de la propiedad, así como los problemas propios de la posguerra española, no es de extrañar que, a mediados de los cincuenta, se disputara la última carrera. Con ella, llegó el deterioro… y el olvido.


Autodromo de Terramar, así es el la actualidad
Hoy en día, no es extraño encontrar paseando por la pista algunos de los animales que pastan en los terrenos cercanos. Eso sí, la situación es mucho mejor. De hecho, de un tiempo a esta parte, se han celebrado varios eventos, así como experiencias de conducción y pruebas de clásicos, siempre en acuerdo con la propiedad del circuito.
Algo que es posible gracias a una importante labor de limpieza y desbroce de la pista, que estaba invadida por la vegetación, dentro de un plan de reactivación del lugar. En cualquier caso, podríamos decir que se mantiene intacto, sin modificación alguna, desde su inauguración. ¿Cuántos trazados en el mundo pueden presumir de algo así?

Otro aspecto importante es la relación del circuito con las marcas. Además de organizar pruebas de conducción en él en ciertas ocasiones, también se usa para llevar a cabo espectaculares producciones fotográficas. El resultado, puedes verlo en las instantáneas que acompañan a este reportaje, que hemos recopilado en una extensa galería. Mercedes-Benz, SEAT y Toyota son algunas de ellas…

Y sobre el asfalto
Al volante, lo primero que llama la atención es la superficie sobre la que se circula. Las placas de hormigón, todavía originales, cuentan 12 centímetros de grosor. Algunas están dañadas, dando lugar a grandes baches. Otras no. Por eso, es importante escoger por donde se circula. Sobre todo, teniendo en cuenta que el peralte alcanza los 90 grados en algunas zonas, casi el triple de lo habitual en este tipo de circuitos.
Hay que ser valiente para enfrentarse a las curvas, siempre a izquierdas, a una velocidad que supere, simplemente, los 150 km/h. Pero ojo, tampoco lo puedes hacer despacio, porque sencillamente, te caerías peralte abajo…

En mi caso, que he tenido la suerte de rodar en un circuito de la NASCAR (Las Vegas Speedway) con un coche razonablemente deportivo, como es el BMW M235i, puedo decirte que Terramar da miedo. Mucho miedo… aunque en el buen sentido de la palabra. Sobre todo, por un aspecto importante: donde en el circuito moderno hay una barrera de protección y gradas, en el Autódromo de Terramar, solo se ven las copas de los pinos… que crecen buscando la libertad.
