Era el ídolo de los pilotos de carreras de la Alemania de los años 30 y la estrella pop del nacionalsocialismo: Bernd Rosemeyer. Sus grandes éxitos, pero también su temprana muerte con solo 28 años, están intrínsecamente ligados a los coches de carreras de la entonces Auto Union. Por eso no es de extrañar que Audi le dedicara un ejercicio de diseño décadas después.
Audi rindió homenaje, mediante este prototipo, en su momento con las siguientes palabras: "En los faros, emerge un vehículo que a primera vista parece de otro mundo. De frente, agachado, en movimiento. La energía desenfrenada y la geometría precisa se fusionan. Las líneas fluidas y aerodinámicas se combinan con la claridad de una funcionalidad no disimulada".
Galería: Audi Rosemeyer (2000)
Pero vayamos a los datos técnicos. El Audi Rosemeyer tenía una longitud de 4.539 mm, una anchura de 1.920 mm y una distancia entre ejes de 2.911 mm. La monumental parrilla del radiador recordaba a las históricas flechas plateadas de Auto Union, al igual que el alargado capó con sus ranuras verticales de entrada de aire que se inclinaban suavemente hacia la parte trasera. La carrocería mate y brillante era de aluminio pulido.
Las claras líneas arquitectónicas con la cúpula del techo, los pasos de rueda en forma de semicírculo exacto y la elevada línea de cintura pretendían mostrar la relación con el primer Audi TT. Sin embargo, más de 20 años después, el frontal y la trasera del Rosemeyer también revelan paralelismos con el Bugatti Veyron.

Lo que Audi escribió en su momento sobre un posible propulsor encaja con esto: "Al igual que las Flechas Plateadas, un motor central de 16 cilindros también podría impulsar este coupé. Hay mucho espacio entre las enormes ruedas en unos pasos de rueda que se perfilan muy hacia arriba. Una larga distancia entre ejes que deja espacio para dos ocupantes y un motor de gran volumen delante del eje trasero".
Los cortos voladizos, como si estuvieran tallados en la carrocería, enfatizan además la larga distancia entre ejes y subrayan el poderoso aspecto desde la vista lateral. Un motor central de gran volumen con dieciséis cilindros, recuerda a los que estaban a bordo de los coches de carreras y los de récord de Auto Union en la década de 1930. Coches de carreras que empelearon leyendas de la conducción como Bernd Rosemeyer y Tazio Nuvolari, de victoria en victoria.

Audi Rosemeyer (2000)

Bugatti Veyron 16.4 (2005)
Bernd Rosemeyer era considerado un genio al volante de los coches de carreras y era el ídolo del automovilismo de su época. En 1936, ganó todos los títulos posibles con el Auto Union Type C de 16 cilindros: Campeón de Europa, Campeón de Alemania de Carretera y Campeón de Alemania de Montaña.
Estableció varios récords mundiales y fue la primera persona que superó el límite de 400 km/h en una carretera pública. Durante las carreras de récord en enero de 1938, una ráfaga de viento golpeó el coche de Rosemeyer a una velocidad de algo menos de 440 km/h. Tras rodar varias veces, Rosemeyer solo pudo ser rescatado muerto.

Bernd Rosemeyer (1909-1938)
El Audi Rosemeyer no era ni un prototipo listo para la carretera ni el adelanto de un vehículo de producción. Más bien, según sus creadores, pretendía visualizar el potencial tecnológico de la marca Audi.
En las enormes llantas destacan los discos de freno perforados de grandes dimensiones. En el año 2000 se dijo: "Con la tracción permanente a las cuatro ruedas quattro, Audi dispondría de una base perfecta para convertir la potencia de un gran motor en propulsión para calificar incluso a un prototipo de coche deportivo de última generación como la máquina de conducción perfecta".
Unas llamativas tomas de aire estructuran toda la carrocería de aluminio y, sobre todo, caracterizan el rostro de este prototipo de Audi. Los grupos ópticos de la sección frontal de forma aerodinámica parecen centrarse decididamente en la carretera. Tras las cubiertas de cristal transparente brillan unos faros de xenón tan compactos como potentes. Los delgados pilotos están protegidos tras unos embellecedores metálicos que se apoyan a ras de la carrocería. Estos se deslizan hacia arriba cuando los faros se encienden.

La exigencia por la perfección de los aerodinamistas prohibía los retrovisores de gran tamaño. En cambio, el estudio de Audi preveía una visión trasera con varias cámaras que proyectaban la vista hacia atrás y hacia los lados en los monitores del habitáculo.
El interior estaba forrado con acolchado Nomex ignífugo, además de aluminio pulido, carbono y cuero. Dos asientos revestidos de cuero acomodaban al conductor y al pasajero detrás del amplio parabrisas panorámico. El túnel central dominante con sus tubos de aluminio desnudos y la alta línea de la ventanilla integraban una posición del conductor ergonómicamente perfecta dentro del vehículo.
En la parte trasera del habitáculo, una ventana revelaba el corazón de este coche, el motor central. El régimen de giro estaba indicado por un enorme cuentavueltas analógico, al igual que los demás instrumentos. También se incluyeron un juego de pedales de competición ajustables, una caja de cambios de seis velocidades al descubierto y el volante con cuatro radios en un ángulo de 90 grados.