El Festival of Speed 2017 de Goodwood ya es historia. Sin embargo, me costará bastante olvidarlo, ya que recibí una invitación muy especial: conducir un Fiat Abarth 131 de rallies, con un nombre impresionante sobre la puerta izquierda: Markku Allen. Y ya se sabe, a estas cosas no se les puede decir que no...

Conducir un coche en la famosa colina de Goodwood es una sensación extraña. En el 99% de las ocasiones, te enfrentas ante un deportivo que nunca has conducido (bueno, en sueños tal vez sí) y el trazado no es precisamente sencillo. Sin duda, un gran reto... que debe ser disfrutado a cada momento. 

Los mejores deportivos del Festival of Speed:

El Fiat, una antigua estrella de los rallies, ha pasado parte de su vida circulando por alguno de los mejores tramos del mundo. Es más, también ha sido conducido por alguno de los mejores pilotos de la historia de la categoría. Y ahora, aquí estoy yo... ante semejante responsabilidad. 

Me comentan que tiene unos 240 CV de potencia, una caja de cambios manual de cinco marchas, propulsión trasera y un equipo de frenos de una época en la que los coches se diseñaban para correr... y no tanto para frenar.  Así que, creo que lo único que me permitirá mantenerme sobre el asfalto, y no acabar contra las balas de paja que rodean el circuito, será actuar con precisión sobre la dirección y el acelerador. 

Fiat Abarth 131 de rallies en Goodwood
Fiat Abarth 131 de rallies en Goodwood
Fiat Abarth 131 de rallies en Goodwood

Al volante de un coche de rallies

Echando un vistazo al habitáculo, es un coche realmente sencillo. Sin embargo, para tratarse de un Fiat de los setenta, la tecnología no es tan de la vieja escuela como cabría esperar. Otro aspecto llamativo es que la caja de cambios está desplazada unos 30 grados en el sentido de las agujas del reloj, por lo que las marchas no se insertan rectas.

Dicho esto, no es necesario llevar a cabo la maniobra de doble embrague, ni nada parecido, para manejarla con soltura; tan solo, guiar la palanca con fuerza y decisión. El tacto del pedal del embrague es estupendo y, si no fuera porque se trata de un coche de rallies, diría que podría moverme con él a diario por la ciudad. 

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Llega el momento de arrancar el motor, que no tiene un régimen de giro especialmente alto (unas 8.000 rpm) pero que suena absolutamente increíble. Como suele suceder en estas fechas en Goodwood, hace calor y es imposible enfriar la cabina. Un pensamiento algo banal, teniendo en cuenta que esto es un coche de carreras y, aquí, no hacen falta semejantes lujos. 

Alcanzar la cima de la colina puede hacerse en menos de un minuto, en algo más de un minuto... o en menos de dos (nótese el matiz diferenciador). Pero esperar hasta el momento de la salida puede suponer algo más de una hora. Debes conducir desde el paddock, despacio y entre muchos aficionados. Tanto, que llegarías antes andando.

Y cuando consigues acercarte hasta la zona de la arrancada, te ves metido en un atasco celestial, rodeado de todo tipo de vehículos de ensueño. Sin duda, te da tiempo a familiarizarte con el coche. Y si me dejaran subir corriendo, también a llegar hasta la meta... antes de que me dieran el pistoletazo de salida.  

Mientras esperas el momento, notas el ronroneo del motor y compruebas que la gente observa a esta brillante máquina italiana, con un piloto algo menos brillante a los mandos. Los nervios aumentan. Estoy sudoroso. También, estoy un poco más convencido de que he olvidado como se conduce un coche. Quiero llegar ya a la cumbre de la colina, con el coche intacto, y desear que todo acabe. Entonces, llega el momento...

Fiat Abarth 131 de rallies en Goodwood

Fiat Abarth 131, llegó la hora

Embrague abajo, inserto primera, suelto el embrague, piso a fondo el acelerador y... ¡vamos! Sin alcanzar grandes velocidades, por lo que pueda pasar, disfruto con el rugido que llega hasta el habitáculo. Es el sonido de los rallies de los setenta. Increíble...

Agarrar fuerte el volante y permanecer atento fue una buena decisión, ya que, a la salida de la primera curva, la zaga me recordó que no debía pisar el acelerador ni una décima de segundo antes de tiempo. En la recta, descubro lo que me temía, el motor sube muy rápido de vueltas y no tarda mucho en 'acabarse', entre marcha y marcha. Sin embargo, puedo cumplir con mi cometido: hacer ruido... ante la locura de la grada. 

Cuando me quiero dar cuenta, estoy llegando a la terrible curva de Molecombe. Presiono fuerte el pedal del freno y descubro lo poco que hace. Pero no me pilla por sorpresa, ya sabía que este era un coche para correr, así que trazo la curva algo más rápido de lo que hubiera esperado. 

La dirección es de las de antes, lo que no significa que no sea deliciosa: mientras vas a toda velocidad, eres consciente de todo lo que está pasando bajo las ruedas. Por tanto, basta una pequeña corrección para que el coche se mantenga en todo momento dentro de la trazada ideal. 

Otra cosa es el respeto que me impone el manejo del cambio al acercarme a cada curva. Sin embargo, me doy cuenta de que resulta rápido y certero y de que no exige un gran esfuerzo manejarlo con destreza. 

Fiat Abarth 131 de rallies en Goodwood
Fiat Abarth 131 de rallies en Goodwood

Más arriba, ya hacia la parte final, me asombra lo ancho que resulta el Fiat Abarth 131; sobre todo, en la sección que se circula entre muros. Aunque luego pienso en el piloto que ha subido hace un rato con el Bugatti Chiron y creo que lo mío no es para tanto. 

Al final, menos de dos minutos después, mi 'paseo' ha terminado. Con el objetivo cumplido, sin daños ni percances, vuelvo a encontrarme en el mismo atasco que hace un rato. A pesar de que el recorrido ha sido corto, puedo sentirme afortunado: ya puedo imaginarme lo impresionantes que debieron de ser los rallies en los años setenta. 

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