El secreto está en el turbo. Ese podría haber sido perfectamente el lema de Renault en los años 80, una época en la que sus modelos turboalimentados se hicieron mundialmente famosos por lograr unas prestaciones muy destacadas y, en el caso del 21 Turbo, por poder competir contra los 'gallitos' alemanes del segmento. 

Si repasamos la historia de la berlina francesa, con 4,49 metros de longitud, estuvo a la venta entre los años 1988 y 1993 y, como no podía ser de otra forma, su principal cualidad residía en su motor de inyección, dotado de un turbocompresor. En concreto, era un bloque de 2,0 litros que entregaba 175 CV a 5.200 rpm y 270 Nm.

Galería: Renault 21 Turbo 1988-1993

Esta mecánica, asociada a un cambio manual de cinco velocidades, se basaba en la del 21 TXE, aunque con cambios profundos, incluido el turbo, por supuesto, y permitía al vehículo alcanzar 227 km/h de velocidad máxima y firmar una aceleración de 0 a 100 en 7,4 segundos, unos registros muy 'serios' hace 30 años.  

Lógicamente, el fabricante francés trabajó para dar una estética deportiva al modelo. Así, el 21 Turbo, además de contar con una carrocería rebajada, lucía paragolpes específicos, taloneras laterales, un alerón sobre la tapa del maletero, llantas de aleación de 15 pulgadas tipo turbina y doble salida de escape. 

En el habitáculo, no faltaban asientos envolventes, ni un volante de tres radios, ni una instrumentación analógica (en la gama también se empleaba una digital), con información de la presión del turbo, así como un ordenador de a bordo bastante completo. 

Según los expertos de la época, la mecánica mostraba dos caras. Antes de las 3.500 rpm, proporcionaba un empuje agradable y más que suficiente para lograr velocidades de crucero sin mucho esfuerzo. Pero a partir de ese régimen, era cuando 'se desataba la tormenta' y el propulsor mostraba su cariz más deportivo. 

Renault 21 Turbo

Lógicamente, la suspensión del Renault 21 Turbo experimentó una puesta a punto más firme, con el fin de proporcionar un buen dinamismo en cualquier escenario. El coche, de tracción delantera, también disponía de neumáticos con una mayor sección, que alcanzaba los 195 milímetros de anchura. 

De forma generalizada, la estabilidad del vehículo era muy buena y respondía con bastante rapidez a las órdenes del conductor, de tal forma que resultaba muy efectivo en curvas rápidas y sorprendente, por bueno, en los giros más lentos. Además, disponía de cuatro discos de freno para poder realizar frenadas contundentes. 

Con todos estos mimbres, no nos extraña que el 21 Turbo resultase una alternativa perfectamente válida al BMW Serie 3 y al Mercedes-Benz 190E, tal y como también lo fue el Ford Sierra RS Cosworth, otro modelo mítico en aquella época. Eso sí, por el vehículo francés había que desembolsar alrededor de 3,5 millones de las antiguas pesetas, una cifra considerable.