En el mundo del automóvil, cuando una idea es buena y funciona, el resto de fabricantes tiende a reproducirla, en mayor o menor medida. En el caso de Chrysler, fascinados por el icónico Citroën 2CV, decidieron 'reinterpretar' esa idea con un ejercicio de diseño, denominado CCV, que se presentó en el salón de Frankfurt de 1997.

Las siglas hacen referencia a 'Composite Concept Vehicle' y equipaba un pequeño motor bicilindrico, con 0,8 litros y refrigerado por aire, con una potencia de 25 CV. Como verás, toda una declaración de intenciones, que nos recuerda al mítico vehículo francés.

Obviamente, no fue el automóvil más atractivo diseñado por el fabricante americano, pero el CCV adelantaba algunos conceptos ingeniosos que, posteriormente, hemos podido ver en otros vehículos que se han desarrollado en diferentes mercados en vías de desarrollo.

En este sentido, muchos años antes de que el Tata Nano viera la luz en el mercado indio, Chrysler apostó por un pequeño vehículo austero, que no fuese muy costoso de adquirir... ni de mantener.

El diseño del CCV respondía a las carreteras de esos países emergentes, que no suelen estar en buen estado de conservación, de ahí el apreciable espacio libre de la carrocería al suelo, cifrado en 200 milímetros.

Otro de los aspectos llamativos del CCV era su carrocería ultraligera, hecho de tereftalato de polietileno (perdón por el término), que es lo que se utiliza para hacer los envases de plástico de los refrescos, también conocido como PET.

Sabemos que el vehículo tardaba en fabricarse solo seis horas y media; aproximadamente, un 1/3 del tiempo que se necesitaba para ensamblar un automóvil compacto de esa época. Su carrocería reciclable fue obra de Brian Nesbitt, el mismo diseñador del PT Cruiser, al que recuerda en cierta manera.

En términos cuantitativos, el Chrysler CCV necesitaba el equivalente a 2.000 botellas de plástico, para crear una carrocería que solo pesaba 95 kilos. Cuatro paneles de gran tamaño se atornillaban y pegaban entre sí, para dar forma a la carrocería. Además, se encargaban de recubrir una serie de bastidores de metal, destinados a alojar el motor y la suspensión.

Hablando del motor, se trataba de una unidad de dos cilindros, refrigerada por aire, que provenía del fabricante de cortacésped Briggs & Stratton. El pequeño motor desarrollaba 25 CV, para un peso de 544 kilos. De ahí sus razonables prestaciones, con una velocidad punta de 113 km/h, con una aceleración, de 0 a 100, en 23,6 segundos.

Otras de sus características peculiares es que fue concebido de forma global, con la posibilidad de integrar el volante a la izquierda o a la derecha. Incluía un techo de lona enrollable, similar al del 2CV, con cremalleras para una apertura más sencilla.

Asimismo, el interior era lavable y las ventanillas de las puertas tenían un curioso accionamiento, para bajarlas o subirlas. En aquella época, el entonces vicepresidente ejecutivo de Chrysler, François Castaing, dijo que el CCV era "tan fácil de ensamblar como un juguete" y que las posteriores pruebas de choque, mostraron que no era tan inseguro como aparentemente podía parecer.

Chrysler CCV concept 1997

Lamentablemente, el Chrysler CCV nunca llegó a la línea de producción, ya que una de las condiciones estipuladas en la 'fusión' de Daimler con Chrysler, en 1998, era que el proyecto CCV se archivara en un cajón, tal y como sucedió.