Tiro con arco, equitación o lucha grecorromana, si hablamos de los Juegos Olímpicos de Verano, o patinaje sobre hielo y curling, si lo hacemos de los Juegos Olímpicos de Invierno. No nos importaría que alguno de ellos dejara su lugar al automovilismo, como competición en el programa oficial. De hecho, la idea no es alocada y hay un precedente que justifica nuestros anhelos: en las segundas Olimpiadas de la era moderna, en Paris 1900, hubo carreras de coches y motos.
Más cerca en el tiempo, tuvimos la corta pero llamativa experiencia del campeonato A1 Grand Prix, en el que los equipos competían defendiendo los colores de un país. O, sin ir más lejos, los X Games, dedicados a los amantes del riesgo y la adrenalina, que incluyen categorías como Rallycross, Moto X, Gymkhana y Stadium Super Trucks, como pruebas oficiales.
Pero, puestos a crear esta nueva disciplina, ¿con qué formato lo haríamos? Pues, seguramente, con coches de tipo GT, disputando carreras de resistencia. Nos gustan porque se basan en modelos de calle y, a diferencia de los monoplazas, permiten que cada marca mantenga su diseño y motor característicos. Además, el concepto de carreras de larga duración haría que entraran en juego otros factores más allá de la velocidad, como la fiabilidad y la estrategia. De este modo, no ganaría siempre el más rápido.
Por supuesto, cada país participante debería elegir su propio automóvil para competir en los Olympic Motorsport (así nos gustaría llamarlo), por lo que tendrían que decidir cuál es el modelo que mejor representa a la nación. Hasta que sea una realidad, nos hemos permitido el lujo de imaginar quiénes sería los primeros aspirantes a la medalla de oro. No os lo perdáis.