Cuando se produce un accidente de tráfico, el cinturón y el airbag son los dispositivos de seguridad pasiva que más reducen las consecuencias del impacto, tal y como evidencian las pruebas de choque de EuroNCAP, que buscan identificar los coches más seguros del mercado.

A la hora de prevenir un incidente, no obstante, nuestro mejor aliado es el control electrónico de estabilidad o ESP (Electronic Stability Program), un sistema de seguridad activa que se introdujo por primera vez hace 25 años, de la mano de la compañía alemana BOSCH, y no en un coche cualquiera, sino en el todopoderoso Mercedes-Benz Clase S.

Todo un salvavidas

Esta importante solución, que según el fabricante que lo utilice tiene una denominación comercial y unas siglas diferentes (ESC, VSC, VDC, VSA, DSC, ASC, PSM...), se calcula que ha evitado medio millón de accidentes por pérdida de control del vehículo, cuando se intenta esquivar un obstáculo repentino o el conductor comete un error, especialmente sobre suelo mojado. Se estima que habrá salvado más de 15.000 vidas.

Evolución constante

Además, desde su introducción, el control electrónico de estabilidad ha evolucionado constantemente en más de nueve generaciones y versiones, con la adopción de componentes de software y hardware actualizados, para que el sistema sea más preciso y eficaz en las intervenciones, al tiempo que se reduce el peso y las dimensiones de los componentes. Se han producido más de 250 millones de unidades, que hoy en día equipan el 82% de todos los vehículos nuevos en todo el mundo, en comparación con el 64% en 2017.

Datos clave del ESP